QUE LA MEMORIA MARQUE LAS MENTES
HUMANAS, COMO EL FIERRO MARCA EL LOMO DEL GANADO
Después
de la tragedia de Armero producida por la erupción del volcán Nevado del Ruiz
el 13 de noviembre de 1985, cuando ni siquiera mis padres se conocían y
mucho menos mi llegada al mundo era una idea, los medios de comunicación
concentraron
los lentes de las cámaras profesionales de la época en esta niña:
Ella
es Omayra Sánchez, la niña que en ese momento tenía trece años y que estuvo tres
días atrapada en el fango, los restos de su casa y rodeada de sus familiares
fallecidos. Sacarla era imposible porque había que amputarle las piernas y
podría morir; motobombas, no habían cerca. La decisión, dejar que el destino
hiciera de las suyas. Finalmente la que para entonces era una niña muere por
una gangrena gaseosa.
¿Pero
cómo es posible que cuando deba hacer una reflexión sobre una imagen escoja un
hecho que ocurrió hace 27 años, cuando yo tengo escasos 17? Y la respuesta es
la memoria y no mi memoria individual sino la memoria de un pueblo, de MI
PUEBLO COLOMBIANO, que cada año recuerda esta tragedia como una de las peores,
que cada año muestra la conmovedora imagen de Omayra, la niña que solo pensaba
en volver a estudiar y que gracias a la memoria colectiva, aunque nunca volvió
a las aulas, vuelve los 13 de noviembre a nuestra pantalla y logra tocar los
corazones hasta de personas como yo que fuimos ajenos a esta realidad.
Es
la memoria lo que logra crear historia, la historia que hoy conocemos y que
nunca podrá ser del todo objetiva porque siempre existirán versiones
encontradas, pero que trata de adquirir la información lo más exacta posible
para que las nuevas generaciones puedan recapitular su vida a partir de las
vivencias de sus antepasados.
En
mi formación como comunicadora social y periodista y en mi futuro quehacer
periodístico, espero que la recopilación que logre hacer a partir de imágenes,
crónicas, conversaciones con la gente, en fin, sean un aporte importante a la
historia. Si bien unos dirán que Omayra murió por la negligencia de los
presentes en el momento, habrá otros que sostengan que no había nada que hacer.
Si bien unos dirán que los periodistas se aprovecharon del dolor para ganar una
primicia, otros dirán que gracias a ellos Omayra sigue presente. Es ahí donde
está la subjetividad de la historia, porque cada individuo tiene su memoria,
una memoria que fue el resultado de sus circunstancias, de su entorno y de sus
conveniencias pero que al fin es una perspectiva que hay que tener en cuenta a
la hora de crear lo que durante este escrito he llamado memoria colectiva.
Pienso
que la actividad de hacer historia, que a su vez es la forma de crear memoria,
es una invención admirable que se remonta muchos siglos atrás. El hombre
siempre tuvo la necesidad de dejar constancia de lo que había hecho, al
principio valiéndose de la tradición oral, que podía cambiar más el cuento
porque era una especie de “teléfono roto”, pero que después con los avances de
la escritura, de la imprenta y ahora con la internet, la información se
perfecciona y se vuelve más inmediata.
Lo
significativo de todo esto, es que es gracias a esa facultad que nos diferencia
de las demás especies, el lenguaje, que podemos hacer historia y no solo el
lenguaje hablado, ahí también incluyo las imágenes que impactan como una flecha
al corazón, como a mí me flecho Omayra, la que hoy tendría 40 años pero a la
que siempre se le recordará como la pequeña valiente de 13.
Me
atrevería a decir que la historia no es siempre lo que se ha vivido, sino cómo
se recuerda, por esta razón es importante que en la reconstrucción de hechos
pasados se tengan en cuenta varias posturas, para que al fin las grietas de la
memoria no sean tan grandes.
Finalmente,
encontré esta frase en internet de Camilo José Cela: “Hay dos clases de hombre: los que
hacen la historia y los que la padecen”. Sé que padeceré una historia,
pero espero también hacer la historia, para que a partir de las investigaciones
periodísticas las personas puedan crear memoria y que transmitan el mensaje,
haciendo que las mentes humanas sean marcadas como lomos de ganado a través de
los años, como mi mente fue marcada por la imagen de Omayra.
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